Campo Arañuelo y el agua van de la mano: un dolmen submarino, templos romanos reflotados, apóstoles de ultramar y desencadenados… Buceemos en su historia.

El agua es una constante en Campo Arañuelo -sobre su propio nombre se especula que derive de la palabra prerromana aran, valle- no ya solo porque la comarca esté contenida entre los ríos Tajo y Tiétar, y que gracias a esto se dedique en buena medida a la agricultura de regadío, sino que mucha de su historia y de su patrimonio están relacionados con el imprescindible líquido. Parece sin embargo que los cambios climáticos nos llevan irremediablemente a padecer ciclos de grandes sequías y por desgracia generalmente nada bueno sale de ellas; salvo el dolmen de Guadalperal, claro. Conocido también como el Stonehenge español, a pesar de que no es un crómlech como el inglés, fue descubierto por Hugo Obermaier en 1925 y excavado por él mismo durante dos años para obtener unos restos arqueológicos que acabaron en Berlín. Su origen se remonta a unos 5000 años de antigüedad y está compuesto por 140 ortostatos (piedras de gran tamaño) que forman el armazón de una cámara de cinco metros de diámetro, a la que se accedía por un corredor de veintiún metros de longitud. 
Pero desde el año 1963 este gran complejo megalítico permanecía bajo las aguas del embalse de Valdecañas, asomando tímidamente algunos años con escasa pluviometría, hasta que el verano de 2019 lo hizo por completo. Desgraciadamente estas fluctuaciones están degradando el monumento, especialmente los grabados en los ortostatos, y además generalmente impide visitarlo, por lo que cada vez más voces solicitan una actuación de recate, aunque esto supondría probablemente una pérdida irreversible del contexto histórico y arqueológico del conjunto; el debate está abierto.

 

→ ¿“Augustobriga”, por favor?

La presencia romana en Campo Arañuelo pudo estar relacionada con la importante calzada recogida en el itinerario de Antonino como Iter XXV (vía 25), también llamada Alio itinere ab Emerita Cesaraugusta, es decir, otro camino de Mérida a Zaragoza, una de cuyas mansiones era Augustobriga. Aunque lo cierto es que, aún hoy en día, no hay unanimidad sobre el verdadero trazado de esta vía, especialmente en el tramo entre Mérida y Toledo, ni en la ubicación exacta de las dos primeras mansiones ni de la mencionada, la tercera. En cualquier caso, en la comarca han aparecido monedas, algún miliario, molinos y restos de edificios como la villae del olivar del Centeno en el término de Millanes, cuyos bellos mosaicos están expuestos hoy en el museo arqueológico de Cáceres. 
Pero volviendo a Augustobriga -su toponimia se debe a Augusto, emperador romano, y a briga un sufijo que solía identificar poblaciones de origen celta-, de forma mayoritaria se ha identificado con Talavera la Vieja, hoy sumergida bajo las aguas del embalse de Valdecañas, basándose en la inscripción allí encontrada “Senatus Populusque Augustobrigensis”. Se trataba de una ciudad romana amurallada y defendida por el cauce del río Tajo, con un alto grado de romanización ya en el s. I, pues contaba con foro y otros espacios y edificios monumentales como templos; uno de ellos, conocido popularmente como los Mármoles (aunque está hecho de granito) y tres columnas de otro conocido como la Cilla, se conservan gracias a su cambio de ubicación antes de la inundación. Sea o no la auténtica Augustobriga, los templos están allí, junto al puente por el que cruza el Tajo la carretera EX-118, componiendo una de las estampas más bellas y reconocibles de la comarca.

 

→ Belvís de Monroy

Según parece, Sancho IV el Bravo entregó la cabeza de Belvís, con sus términos y dehesas, a Hernán Pérez, de Plasencia, hombre de su confianza y procurador en Cortes, para que la poblase con treinta vasallos y alzase en ella casa fuerte para defenderse de los "golfines", una hueste de bandidos que asolaron las tierras de Plasencia durante siglos alcanzando tal poder que acabaron por hacer noble su apellido. Esto ocurría el día 10 de enero de 1290 y desde entonces, esta pequeña localidad fue acumulando buena parte del patrimonio de la comarca: su iglesia de Santiago Apóstol, de estilo gótico mudéjar, está declarada bien de interés cultural con categoría de monumento. Y en su convento de San Francisco se formaron los primeros misioneros que evangelizarían América, conocidos como los Doce Apóstoles de Belvís, desde donde partían en 1523 hacia Méjico para ser recibidos por el mismísimo Hernán Cortés. Finalmente está su castillo, de cuya erección ya hemos hablado que se encargaron Hernán Pérez y sus descendientes, que tomarían el apellido Bote de una de las dehesas de Belvís. Desgraciadamente varias partes del mismo están derruidas tras el abandono en el que cayó después de las guerras de Sucesión y de Independencia. Pero lo que se conserva da una idea de la magnífica fortaleza que debió ser y aunque está en manos privadas -según parece las de una señora farmacéutica foránea que tenía antojo de un castillo- y no se puede acceder al interior, en conjunto con el resto de atractivos de Belvís componen una visita que merece mucho la pena.

 

→ Pedro desencadenado

San Pedro ad Vincula (en cadenas) conmemora la milagrosa liberación del santo narrada en los Hechos de los Apóstoles: Herodes Agripa, después de haber matado al apóstol Santiago, encarceló a Pedro para ofrecérselo al pueblo tras la Pascua, pero un ángel penetró en la celda fuertemente custodiada y lo desencadenó, guiándole después hacia su libertad. Pedro huyó a otro lugar y esta es la última vez que de él se sabe en la narración de Lucas, aunque la tradición dice que marchó a Roma. 
Pues bien, San Pedro ad Vincula es la advocación de la iglesia de Casatejada, reconocida como bien de interés cultural con categoría de monumento. Además de su magnífica fábrica, su interior tiene una curiosa historia: en 1822, tras los daños sufridos en el templo durante la Guerra de la Independencia, se compró un retablo mayor al monasterio de Yuste, aunque desconocemos en qué términos, pues lo cierto es que hubo que devolverlo en 1957. En compensación, el Estado entregó un lienzo que representa la antes descrita liberación del apóstol por un ángel, una obra tenebrista de gran calidad que la Administración atribuía a José de Ribera; lo cierto es que la obra -ahora haciendo funciones de altar mayor- se parece sorprendentemente al magnífico "San Pedro libertado por un ángel", del mismo autor, que hay en el Prado, aunque este último es apaisado y la anterior vertical.

 

  AZUL PIEDRA - CAMPO ARAÑUELO
 
COLECCIONABLE AZUL PIEDRA
 
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