En Las Hurdes la propia piedra ha sido la principal aliada de sus habitantes para ganarle la partida a la fiera montaña.
Si hay algo que caracteriza a Las Hurdes es su peculiar arquitectura negra, acomodada a lo largo de siglos a la abrupta orografía del territorio, excavada por su imponente red hídrica, y a la que el uso de la piedra del lugar otorga una característica homogeneidad. Las típicas casas hurdanas, con sus techumbres de lanchas de pizarra negra, se distribuyen en calles estrechas y empinadas, adaptándose a este terreno profundamente desnivelado, lo que explica sus peculiares formas de plantas cuadradas, redondas o sencillamente irregulares. En la mayoría de ellas el interior se distribuía en dos partes bien diferenciadas: una doméstica, con alcobas y cocina, y otra para los animales, siempre con el pragmatismo como modus operandi.
Aunque la tendencia, por otro lado razonable, ha sido hacia el abandono de este tipo de construcciones en beneficio de casa más modernas y cómodas, aún se conservan muestras de esta arquitectura en Martilandrán, Fragosa, Asegur, Riomalo de Arriba y Ladrillar. También en Avellanar, Aceitunilla, Ovejuela, y los núcleos despoblados de Arrocerezo y de Corrales del Moral, en Horcajo. Y por supuesto es muy recomendable la visita al centro de interpretación de la Casa Hurdana, en El Gasco, localidad que por cierto conserva uno de los mejores conjuntos arquitectónicos.
Puentes, paredones o bancales para cultivo, son otras muestras de arquitectura tradicional presentes en toda la comarca, con las que los hurdanos han conquistado, piedra sobre piedra, la tierra a la montaña.
→ Los Puentes
Como ya hemos dicho, la potente red hídrica hurdana ha configurado su relieve, imponiendo de paso la necesidad de sortearla para permitir la movilidad de sus habitantes. En muchos casos se utilizaban tradicionalmente las propias pesqueras, represas en los cauces para capturar peces, o sencillamente pasaderas, una secuencia de grandes piedras dispuestas sobre los cauces, para atravesarlos, y probablemente no es hasta el siglo XVIII cuando se comienza a construir puentes como tales; si salvamos el de los Machos, en Ovejuela, que al estar asociado al cercano monasterio franciscano de Nuestra Señora de los Ángeles -fundado en 1432 sobre un antiguo eremitorio y en el que ejerció su primera guardianía San Pedro de Alcántara, el patrón de Extremadura- con casi total seguridad es anterior. Al menos su vetusto aspecto invita a pensarlo.
Otro puente interesante y de aspecto tradicional es el del arroyo de Cambrón, cerca de la alquería homónima, que además da paso al centro de interpretación del Agua y el Medio Ambiente de Las Hurdes, un antiguo molino de aceite rodeado de montañas y vegetación.
Pero hay muchos más, algunos imponentes por su altura como el de Asegur; largos como el de Pinofranqueado o el que une Casar de Palomero con Caminomorisco, ambos sobre el río de los Ángeles; los de la Batuequilla y Nuñomoral sobre el río Hurdano, o el de la Vega de los Conejos y el del río Batuecas, los dos en Las Mestas. Y solo por mencionar algunos, porque haber, hay muchos más repartidos por toda la comarca.
→ Las campanas
La peculiar orografía de Las Hurdes determinó también, como casi todo lo demás según vemos, la ubicación de sus pueblos y alquerías, en la mayoría de los casos instaladas en profundos valles y separadas unas de otras por empinadas laderas. Sumada a las actividades tradicionales de pastoreo y apicultoras, que obligaban a internarse en el monte, hacían que fuera fundamental el uso de las campanas para llamar a los lugareños a reunión, anunciar defunciones, misas o hechos especiales, para lo que existía todo un código de mensajes. Incluso llegando al punto de protagonizar algunas leyendas locales, como en El Gasco, donde el uno de marzo, el día del Ángel, el sonido de unas campanadas fantasmales sale de una cueva cercana.
Como es normal dicho papel comunicador estaba relegado a las campanas de los templos parroquiales, discretos edificios en la mayoría de los casos en Las Hurdes con la salvedad de la iglesia de Santa Catalina, también llamada popularmente de las Lástimas, en Cambroncino, alquería de Caminomorisco; y los de Casar de Palomero, la basílica de la Cruz Bendita y la iglesia del Espíritu Santo, construidas sobre una sinagoga y una mezquita respectivamente, pues este fue un pueblo de convivencia de las tres culturas en los siglos anteriores a los edictos reales de expulsión. Otro caso interesante es el de Casares de las Hurdes, que cuenta con un peculiar campanario que no está asociado a una iglesia, aunque la tiene cerca; según parece pertenece al pueblo, mientras que el templo depende del obispado. Está en una pequeña plazoleta escondida desde la que se ven las imponentes sierras circundantes y es una construcción del mismo tipo de arquitectura tradicional que hay en la comarca. Dicen los habitantes del municipio que su sonido era tan fuerte que se oía en un radio de siete kilómetros, o sea, en Heras, Casarrubia, Huetre, Carabusino y Robledo, todas las alquerías de Casares de las Hurdes.
→ Y los petroglifos
Los petroglifos o grabados rupestres son generalmente recreaciones simbólicas grabadas en la roca, que se hicieron desgastando su capa superficial con instrumentos punzantes y que podríamos describir como los antecedentes de la escritura. En el caso de Las Hurdes se trata de un conjunto numeroso de características singulares, la mayor parte de ellos datados entre la Edad del Hierro y la época romana -pues en algunos aparecen espadas e inscripciones latinas- por lo que tienen entre 2500 y 1800 años de antigüedad. La mayoría carecen de carácter narrativo, o al menos es difícil encontrárselo, transmitiendo las ideas a través de símbolos bastante recurrentes como temas geométricos (círculos, estrellas) o herramientas (hoces, podones), formas de herradura, armas (espadas, cuchillos, puntas de lanza) y escaleras, resultando muy significativa la casi total ausencia de representaciones de seres humanos, animales o plantas. Otra curiosidad es que aparecen casi siempre en afloramientos rocosos al aire libre, en la superficie horizontal de la roca, a media ladera sobre el cauce de un río y orientados entre el noroeste y el noreste.
En la década de los dos mil se hizo una actuación de señalización e interpretación de buena parte del conjunto, por lo que existe una guía publicada y se pueden identificar in situ por una banderola metálica naranja sobre un poste de madera, junto a la que se encuentra el panel interpretativo y el grabado como tal.
AZUL PIEDRA - LAS HURDES