Monfragüe representa el equilibrio entre los reinos animal, vegetal y mineral.

→ El equilibrio bio-geo ha sido especial en Monfragüe

Decían antaño nuestros maestros que aquella naturaleza, la Naturaleza, se dividía en tres reinos: animal, vegetal y mineral. Aunque hoy en día esa primitiva clasificación ha sido superada, se puede afirmar con razón que la reserva de la biosfera de Monfragüe lo es también de la geosfera, pues sobre sus riscos, montes, valles, llanuras y ríos, conviven armoniosamente vegetación y fauna.

Salto del Gitano

La armonía es aparente a los ojos no habituados, pero lo cierto es que la interacción material y energética entre lo geológico y lo biológico es constante, gracias también en gran medida a la atmósfera y la hidrosfera. Rocas, células, aire, agua y fuego conviven en transformación y evolución constantes, pero dentro de unos márgenes limitantes, que sólo poderosas fuerzas pueden desequilibrar.

Monfragüe representa el equilibrio entre los reinos animal, vegetal y mineral. Si la geología hubiera destacado sobre la biología, otros suelos habría, otros paisajes admiraríamos, quizá en apariencia más diversos, pero en el fondo más pobres. Mientras tanto los farallones cuarcíticos parecen demostrarnos la soberbia geológica de estos ásperos montes.

→ Aquellos y estos geólogos

Los geólogos que hace 60 años se dedicaban al estudio de las rocas más antiguas del continente europeo, descubrieron que en la península ibérica tenían representadas todas las rocas precámbricas y paleozoicas, que aportan las claves de la evolución del paisaje europeo.

Investigadores de universidades europeas recorrieron nuestra tierra tomando muestras de rocas, buscando fósiles y minerales, cartografiando la geología de lugares, a veces muy apartados, en los que nunca o muy pocas veces se había visto un naturalista o un geólogo.

Eran otros tiempos. La ciencia geológica moderna avanzaba velozmente hacia el conocimiento gracias a las nuevas técnicas de investigación, definiéndose modelos geológicos que permitirían explicar tanto los tipos de roca como su disposición geométrica.

Estratos de calizas del Cámbrico (Casas de Miravete), sobre las que es común un tipo de modelado denominado kárstico, debido a la disolución de los carbonatos por el agua de lluvia cargada de dióxido de carbono.

Contemporáneamente, las ciencias geológicas se han expandido hacia cada una de sus especialidades (sedimentología, tectónica, paleontología, petrología, mineralogía...), verdaderas ciencias en sí mismas. El conocimiento que hoy en día se tiene de la corteza terrestre es muy superior al de hace medio siglo, aunque aún sea insuficiente.

“Resulta especialmente destacable el trabajo de aquellos primeros geólogos que con frío o calor, lluvia o nieve, pasaban meses en recónditos pueblitos extremeños, para dar un paso más al frente y permitir a la sociedad un mayor y mejor saber geológico”

→ Ecosistemas fosilizados

El elenco de rocas que encontramos en Monfragüe no es demasiado numeroso. Sin embargo, sus edades son muy diferentes: desde los escasos cientos de miles de años de los sedimentos cuaternarios hasta el medio centenar de millones de años de las pizarras del Proterozoico, la horquilla temporal es, lógicamente, amplia. Así, tenemos lutitas, calizas, areniscas, cuarcitas y pizarras, representativas de ambientes sedimentarios de las diferentes épocas geológicas que del Paleozoico inferior se han conservado en la reserva.

Estas rocas son retazos de lo que fueron verdaderos ecosistemas marinos. Rocas, en muchos casos, que parecen tener el secreto de la eterna juventud, donde el tiempo se detuvo petrificando un momento geológico, que llegaría a su plenitud cuando hace 300 millones de años dos enormes fragmentos de corteza terrestre chocaron, lenta, pero irreversiblemente, hasta elevar y colocar a su antojo una cantidad inconmensurable de toneladas de rocas, quedando como soberbias rampas amplificadas más aún por la potencia de los ríos que han querido y podido erosionarlas.

“Cual arrecife de coral, los nuevos ecosistemas mediterráneos, fluviales y rupícolas se asientan en antiquísimos ecosistemas de arenas y limos marinos, entonces llenos de vida, hoy soportes de vida”

→ Un paseo a través del tiempo

Andar por los senderos de la reserva permite avanzar hacia adelante y hacia atrás en el tiempo geológico. Empezamos por los llanos pizarrosos del Proterozoico, antaño sedimentos de mares profundos, incluso abisales, llegando hasta las rocas cámbricas, de una época en que todo era un mar somero y litoral, con los primeros retazos de vida. Luego subimos por una empinada cuesta, hasta encaramarnos a lo que en otras eras geológicas fueron playas arenosas inmensas, hoy reconvertidas en las conocidas cuarcitas, emblema rocoso del paisaje apalachiense, propio y característico de las estribaciones extremeñas de los Montes de Toledo. Y podemos volver a bajar, por ejemplo, por un sendero pedregoso, bajo el cual corre el agua de lluvia infiltrada, entre areniscas y pizarras, fácilmente erosionables, que hace millones de años formaron parte de un talud submarino. Finalmente, valle abajo observamos un suelo mullido y húmedo, sobre arenales fluviales depositados por el Tiétar o el Tajo.

“Unas 200 especies de vertebrados diferentes viven en Monfragüe de forma permanente”

Pero en lugares como nuestro único parque nacional contamos con otras muchas confluencias de la vivacidad con ella misma para lograr la prodigiosa continuidad.

Porque un paisaje vivo sobre todo es suma de teselas palpitantes. Pero si además estas porciones del gran mosaico son de agua y roca, de pradera y dehesa, de maraña montuna y baldío, de charca y unos pocos edificios entonces tenemos asegurada la otra gran categoría de la vivacidad: la multiplicación. Podemos ir más lejos porque Monfragüe aporta uno de los más destacados ejemplos de la múltiple multiplicidad de la vida, algo que siempre fue y es su propósito pero que ya solo es posible confirmarlo y disfrutarlo en lugares como este corazón de Extremadura.

Sin darnos cuenta viajamos más de 500 millones de años virtuales junto con los continentes que desde entonces han ido, cual balsas, chocando unos con otros, creando nuevas rocas y destruyendo otras, en un ciclo litológico que aún perdura, pero que los seres humanos por lo general somos incapaces de apreciar.

“El tiempo geológico, tiempo profundo en sí mismo, permite comprender la dimensión física del universo, de nuestra galaxia, de nuestro planeta y de nosotros mismos”

→ Europa y África

El continente africano sigue admirando a Europa y esta se deja querer permitiendo desde hace millones de años el abrazo pétreo: rocas que se elevan por la presión de las placas tectónicas africana y europea. Después el agua de lluvia, el viento y el hielo rematan la faena, configurando un paisaje más vertical aún, solo amansado por el verdor de los bosques.

Dentro de unos cuantos millones de años probablemente el empuje de África originará una nueva cordillera “ibero-africana”. Pero mientras tanto, a nuestros ojos, insensibles al tiempo geológico, Monfragüe seguirá siendo un conjunto de sierras y valles empinados y paralelos, sobre los que las aguas ahora embalsadas se aquietan después de miles de milenios de continua erosión fluvial.

No es la primera vez que ocurre. A finales de la era paleozoica, la protopenínsula ibérica fue una cordillera. Y muchos millones de años antes hubo otra cordillera aún mayor, de la que apenas quedan vestigios. Existe una repetición cíclica de los fenómenos geotectónicos, que si bien no afectan por igual a todos los continentes del planeta Tierra, sí pueden considerarse episodios redundantes.

Una de las pruebas de esos choques de escala descomunal y poco inteligible para los humanos es la existencia de pliegues. Monfragüe presenta uno de los plegamientos mejor conocidos, denominado sinclinal de Cañaveral o de Monfragüe, que por un lado impele las rocas hacia los cielos, para que sus aves majestuosas se lancen al vacío desde sus plataformas, y por otro las hunde en el terreno, agrietadas, formando acuíferos en algunos casos. La meteorología se contrapone a la tectónica e intenta apaciguar el paisaje, buscando un equilibrio que nunca llega debido a la inacabable dinámica terrestre.

“Nunca separadas, no siempre unidas, el futuro de Europa y África está escrito en Monfragüe”

→ De aquellos lugares estos barros y estas rocas

Las rocas son un conjunto de sedimentos litificados (petrificados). Lo que fueron antes lechos marinos, profundos o someros, de aguas agitadas o tranquilas, llenas o carentes de vida, son las rocas que definen el grueso del paisaje de Monfragüe. Sobre esos trazos toscos la naturaleza ha dibujado el verde de las hojas y, con mucho más detalle, el multicolor de la fauna.

Habitualmente relictas de ambientes de un pasado muy lejano, las rocas sedimentarias no dejan de ser, por tanto, ecosistemas fosilizados, que nos llegan a nosotros tras millones de años de vicisitudes, una vez se han salvado del implacable ciclo geológico, que les ha otorgado unos cuantos millones de años más de vida.

En la reserva de la biosfera de Monfragüe es común ver los fangos que se depositaron lentamente o en oleadas en el fondo de los mares precámbricos, hace unos 600 millones de años, conjunto de rocas que los geólogos denominan Alogrupo Domo-Extremeño. Sobre ellas se encuentran las rocas del denominado Grupo Ibor, un conjunto variado de fangos carbonatados y otros sedimentos arenosos finos, que dan lugar a calizas, pizarras y areniscas, respectivamente. Sobre el Grupo Ibor son fácilmente reconocibles las arenas de los mares ordovícicos, convertidas en cuarcitas. En estas rocas, típicas de los paisajes no sólo de Monfragüe sino de toda Extremadura, puede verse el fenómeno conocido como bioturbación, en concreto las huellas impresas dejadas por los organismos que nadaron, reptaron, se cobijaron y alimentaron, como es el caso de trilobites –formadores de cruzianas– y gusanos arenícolas – formadores de daedalus y skolitos–, entre otros.

Raña del Frontal (Jaraicejo)

En periodos geológicos mucho más recientes se depositaron sedimentos continentales, no marinos. Se trata de las denominadas rañas, un conjunto de materiales heterogéneos, donde pueden diferenciarse cantos rodados dentro en una matriz arcillosa, que adquiere una tonalidad rojiza y forma mesetas alrededor de algunas sierras del centro de Extremadura.

“Las rocas sedimentarias no dejan de ser, por tanto, ecosistemas fosilizados”

→ La vida fósil

Si las rocas sedimentarias tienen un origen marino, los seres vivos que pueden haber quedado fosilizados dentro de ellas lógicamente pertenecían a grupos o taxones de hábitos marinos, bien como nadadores habituales o esporádicos, bien como simples reptadores o excavadores de los sedimentos del fondo del mar.

A pesar de la dificultad intrínseca que ofrece el hecho de la fosilización, para el cual son necesarias una serie concatenada y relativamente compleja de procesos, en la reserva de la biosfera de Monfragüe excepcionalmente es posible encontrar restos fosilizados de trilobites, crinoides y graptolitos. Al contrario, existen otros taxones de difícil fosilización, como ocurre con los anélidos, debido a que sus cuerpos carecen de esqueleto que pueda mineralizar.

Pero además de las huellas fósiles (también llamadas icnofósiles) dejadas por los organismos que habitaron durante el Precámbrico (Neoproterozoico) y el Paleozoico inferior y medio, como cruzianas, skolitos y otros, es posible observar en la reserva de la biosfera de Monfragüe estructuras sedimentarias, como ripples de corriente –las marcas que dejan las corrientes de agua sobre la superficie del sedimento–, otras estructuras indicativas de tormentas y tempestades, y estructuras diagenéticas, especialmente marcas de carga.

“En la reserva de la biosfera de Monfragüe excepcionalmente es posible encontrar restos fosilizados de trilobites, crinoides y graptolitos”

→ La esencia minera

Los minerales constituyen los componentes básicos de las rocas. Su función no es sólo física, como soporte estructural litológico, sino también como recurso químico. Sus usos variarán en función de muchos aspectos, aunque ello no quiere decir que se puedan utilizar de cualquier manera o para cualquier cosa.

Los minerales son esenciales para la vida y la sociedad, integrando cualquier proceso productivo, natural o no, es decir, formando parte tanto de nosotros mismos y de la naturaleza a la que pertenecemos como de los objetos y herramientas que utilizamos, imprescindibles para nuestra economía.

Pedrera (sierra de Monfragüe, Torrejón el Rubio)

La reserva de la biosfera de Monfragüe incorpora en sus rocas varios minerales, entre los que destacan los silicatos, formados por átomos de silicio y oxígeno, que al combinarse de manera diferente, permiten la existencia de numerosísimas especies minerales, entre las que destacan por su abundancia el cuarzo, los feldespatos, las micas o los minerales arcillosos.

Pero para que estos minerales sean económicamente rentables y puedan ser aprovechados industrialmente, se precisan unas condiciones específicas de aparición, entre las que se encuentran su grado de pureza y su cantidad, formando verdaderos yacimientos. Así, en Monfragüe existen yacimientos de minerales arcillosos, como la atapulgita, que se explota en Torrejón el Rubio. Pero también hay otros indicios y yacimientos minerales a lo largo y ancho de la reserva, como el grafito en las pizarras ampelíticas silúricas de Villarreal de San Carlos, la andalucita en las pizarras precámbricas de Casas de Millán, la galena y la blenda de la mina la Norteña, en Higuera de Albalat.

“Los minerales son esenciales para la vida y la sociedad”

→ Monfragüe y la evolución del clima

Resulta difícil imaginar Monfragüe sin cañones rocosos, sin esa geomorfología que tanto lo caracteriza, donde queda patente la fortaleza y el cimiento de la gea para la vida.

La calidad de sus ambientes naturales permite observar un entorno tanto geológico como biológico, donde el ser humano no es protagonista. Sin embargo, aunque Monfragüe aparentemente no necesite a los humanos, en la actualidad los riesgos globales que se ciñen sobre muchos de los ecosistemas, tanto naturales como antrópicos, precisan de una actuación transparente y fundamental, como el aire que respiramos.

Las rocas que observamos en la reserva de la biosfera de Monfragüe permiten inferir que los climas han ido cambiando en gran medida a lo largo de la historia de la Tierra. De hecho, la mayor parte de las rocas sedimentarias marinas han sido generadas por variaciones importantes del nivel de los mares, fenómenos que eran causantes de modificaciones del balance erosión-sedimentación, tanto de la erosión de las áreas montañosas como de la sedimentación y aterramiento de las cuencas sedimentarias (valles fluviales, lagos y mares).

Pliegue disarmónico (Portilla del Tiétar, Toril)

La amenaza del cambio climático nos afecta a todos los seres del planeta directa o indirectamente. Cambios de la temperatura del aire y el agua, de los niveles del mar, del sentido, dirección, intensidad y alcance de las corrientes oceánicas, y de los ecosistemas y las especies vegetales y animales, etc., que no son sino concreciones de cambios mayores de los ciclos del agua y los nutrientes, que influyen en otros procesos que sí nos afectan muy directamente, como son los agrícolas y ganaderos, además de los de mayor escala, sociales y económicos.

Resolver los problemas del presente que se avecina requiere suficiente capacidad de perspectiva para echar la mirada atrás, muy atrás en el tiempo, como se puede hacer fácilmente en Monfragüe, para ver que los fenómenos naturales, que vemos hoy como amenazas, son los mismos que en el pasado geológico transformaron en alto grado el paisaje y la vida. Tomemos nota de ello.