A finales de los años sesenta del siglo pasado comencé yo a recorrer las sierras, dehesas y riberos de la actual reserva de la biosfera de Monfragüe, estudiando las principales especies amenazadas que habían encontrado un refugio excepcional en estos parajes bravíos. Eran tiempos de gran actividad agrícola y ganadera en el entorno de todos los pueblos y cortijos, con muy pocos vehículos de motor circulando todavía por aquellas carreteras sin asfaltar aún, los paisanos dirigiéndose a sus labores en caballerías, labrando y trillando con las yuntas, segando con hoz en mano y las mujeres bordando a la puerta de sus casas en los ratos libres. En muchos cerros había aun pequeños poblados de chozos, con familias de cabreros que con el tiempo fueron mis mejores informantes sobre la fauna local.

Cuando principiaba el verano era habitual asistir al paso de grandes rebaños de ovejas merinas, de manadas de vacas negras avileñas o de pastorías de cabras veratas por las cañadas. Un concierto melodioso de cencerros y campanillos, de silbidos y voces de ánimo de los pastores y vaqueros anunciaba la proximidad de las ganaderías, seguidas por los burros o las yeguas de carga con sus serones y alforjas cubiertas con mantas multicolores. Los que atravesaban Torrejón el Rubio se dirigían hacia el norte por el arroyo Do la Ví y la sierra de las Corchuelas para cruzar el río Tajo por el puente del Cardenal. Pernoctaban generalmente en el descansadero de Lugar Nuevo, junto a la aldea de Villarreal de San Carlos, habitada por la señora Marijuana, ventera que atendía a los pastores con algún guiso de patatas, el guarda señor Inocencio con su familia y el tío Diego, que invitaba a peces fritos o escabechados en ocasiones señaladas.

Tras cruzar el puerto de la Serrana, los rebaños de ovejas embarcaban en el ferrocarril de Palazuelo Empalme con destino a las montañas de Zamora, León o Soria pero las vacas y las cabras continuaban andando hacia el valle del Jerte o las cumbres del Barco de Ávila y de la sierra de Gredos. Otras ganaderías se dirigían hacia el este, procedentes de las dehesas de Cáceres y Trujillo. Sesteaban junto al río Almonte, en las proximidades de Jaraicejo, remontando luego el puerto de Miravete para cruzar el Tajo en espectaculares hileras por el puente de Almaraz y continuar por Saucedilla y Navalmoral hacia el puerto del Pico, en la abulense sierra de Gredos.

“A finales de los años sesenta del siglo pasado (...) era habitual asistir al paso de grandes rebaños de ovejas merinas, de manadas de vacas negras avileñas o de pastorías de cabras veratas por las cañadas”

 

Aunque en aquellas fechas de principios del verano yo andaba siempre muy atareado controlando el mayor número posible de nidos para anillar sus pollos antes de que fueran volanderos, no podía dejar de admirar el trabajo de los pastores trashumantes. Antes del alba les encontraba ya en marcha para evitar los calores del mediodía, organizados perfectamente en cuadrillas para controlar en todo momento sus ganados sin aparente esfuerzo, aun cuando en ocasiones debían atravesar grandes espesuras de jarales, escobas o madroñeras que ocultaban totalmente a hombres y animales. Por todo ello, cuando a partir de 1984 asumí responsabilidades en la gestión del Medio Ambiente de Extremadura, una de mis prioridades fue encargar a un equipo especializado la redacción de un informe sobre la situación de las vías pecuarias en los siete términos municipales del parque de Monfragüe, para su mejora y señalización. En el descansadero de Villarreal de San Carlos se restauraron los antiguos chozos para facilitar refugio a los pastores, creando servicios sanitarios, duchas y lavaderos para su aseo, y se diseñaron carteles para las carreteras de la comarca advirtiendo a los conductores de vehículos de la prioridad de paso de los ganados.

Sin embargo, uno de los problemas ambientales más acuciantes de Extremadura era la falta de regeneración de sus magníficas dehesas de encinas, sin explicación aparente. ¿Qué maldición había caído sobre nuestros campos para que la mayoría de las encinas tuvieran más de un siglo de edad? Pasé tiempo dándole vueltas a este asunto hasta encontrar una explicación lógica: hacia casi cien años, en 1896, que se habían inaugurado los últimos tramos del ferrocarril Mérida-Astorga, con ramales desde Malpartida de Plasencia hacia Madrid y Cuenca, o desde Salamanca hacia Burgos y Soria. Con ello habían quedado comunicadas por tren las principales comarcas de invernada de los rebaños trashumantes de Extremadura con las zonas de veraneo en las montañas de Castilla y León, La Rioja, Cuenca o Teruel.

El cómodo transporte de los ganados en tren, de poco más de un día de duración entre extremos, sustituyó rápidamente los largos viajes de varias semanas caminando por las cañadas. Pero como a los pastos de montaña no se puede acceder hasta mediados de junio, cuando la hierba se ha desarrollado suficientemente tras el prolongado periodo invernal de las cumbres, los ganados trashumantes tuvieron que retrasar su salida más de un mes. Y la permanencia del ganado en las dehesas durante mayo y junio, cuando ya se han secado los pastos y el único alimento verde disponible son los renuevos de las encinas, era la explicación a la falta de regeneración del arbolado durante el último siglo.

Ante esta evidencia, decidimos recuperar la trashumancia andando por las cañadas, prácticamente abandonadas durante las últimas décadas. Fundamos para ello en 1992 la Asociación Concejo de la Mesta, en memoria del batallador gremio de pastores creado en 1273 por el rey Alfonso X el Sabio, y en 1993 iniciamos ya nuestro primer recorrido trashumante, desde Alcántara hasta las montañas de Sanabria, en los límites de Zamora con Orense y Portugal. A través del Fondo Patrimonio Natural Europeo logramos la concesión del primer proyecto LIFE de la Comisión Europea y el ganadero D. Cesáreo Rey colaboró decisivamente poniéndose al frente de su mejor rebaño de 2600 ovejas merinas.

“Fundamos en 1992 la Asociación Concejo de la Mesta, en memoria del batallador gremio de pastores creado en 1273 por el rey Alfonso X el Sabio”

En contra de la opinión de los especialistas, que consideraban ya imposible trashumar a larga distancia con grandes rebaños, recorrimos unos 1000 kilómetros por las cañadas Burgalesa, de la Plata y Leonesa Occidental sin mayores problemas y entre el entusiasmo de la población local, especialmente de las personas mayores que asistían al paso del rebaño con lágrimas en los ojos. El regreso aquel otoño atravesando capitales como Zamora y Salamanca, y el parque de Monfragüe, acompañados todo el tiempo por un equipo del programa Línea 900 de Televisión Española, fue fundamental para promocionar la trashumancia en toda España y darle un impulso definitivo a la tramitación de la Ley de Vías Pecuarias, aprobada definitivamente por la Cortes Generales el 23 de marzo de 1995. En el marco de aquel proyecto LIFE creamos el Centro de la Dehesa en Torrejón el Rubio y se adquirió la finca del Baldío en Talaván, una referencia fundamental para la educación ambiental y las labores de investigación y la conservación de razas autóctonas en toda la comarca.

Desde entonces hemos recorrido más de 98 000 kilómetros de cañadas, cordeles y veredas colaborando con más de cincuenta familias ganaderas, pastoreando con 360 000 vacas, ovejas, cabras y caballerías casi 500 000 hectáreas de vías pecuarias. En la primavera de 2004 un equipo de la Universidad Autónoma de Madrid formado por D. Juan Malo y D. Pablo Manzano acompañó a uno de nuestros rebaños desde Malpartida de Plasencia hasta Brañosera, en las montañas de Palencia. Pudieron comprobar así que cada 1000 ovejas dispersan y trasladan diariamente unos 5 millones de semillas y 3 toneladas de abono a lo largo de las cañadas. Esto demostró científicamente por primera vez en el mundo la enorme importancia ecológica de la trashumancia para garantizar la conectividad entre los espacios naturales protegidos, como en este caso los parques nacionales de Monfragüe y Picos de Europa, así como para la conservación de tantas especies amenazadas por el cambio climático, la lucha contra la erosión y los incendios forestales.

La reserva de la biosfera de Monfragüe ha continuado siendo durante todo este cuarto de siglo el centro principal de actividades de nuestro proyecto trashumante, manteniendo la relación con los ganaderos y pastores que tanto contribuyeron en sus orígenes al desarrollo de este proyecto. Todavía en noviembre de 2017 hemos recorrido con un rebaño de 1700 ovejas merinas y cabras retintas el cordel desde Navalmoral de la Mata hasta Plasencia, pasando por Casatejada, Serrejón, Toril y Malpartida, camino de Zarza de Granadilla. La Junta de Extremadura ha sido pionera durante estos años a nivel nacional en el deslinde y amojonamiento de las vías pecuarias, en la creación de refugios para los pastores y abrevaderos para el ganado, así como con la promulgación del Decreto 206/2016, pionero a nivel nacional para subvencionar a los ganaderos que recuperen la trashumancia andando por las cañadas. La reciente declaración en abril 2017 por el Consejo de Ministros de la trashumancia como Patrimonio Cultural Inmaterial es también una aportación muy positiva en este sentido.

“La reserva de la biosfera de Monfragüe ha continuado siendo durante todo este cuarto de siglo el centro principal de actividades de nuestro proyecto trashumante”

La Ley 3/95 de Vías Pecuarias establece que éstas podrán ser destinadas a usos compatibles y complementarios del tránsito ganadero, inspirándose en el desarrollo sostenible y el respeto al medio ambiente, al paisaje y al patrimonio natural y cultural. En su artículo 17.1 considera usos complementarios el paseo, la práctica del senderismo, la cabalgada y otras formas de desplazamiento deportivo sobre vehículos no motorizados, siempre que respeten la prioridad del tránsito ganadero. Extremadura tiene en este sentido una gran oportunidad para fomentar un turismo educativo y cultural de alta calidad aprovechando su extraordinaria red de vías pecuarias, con más de 7500 kilómetros de longitud y 18 000 hectáreas de superficie, que atraviesan algunos de los parajes más valiosos de la región.

Pero mientras que la red de vías pecuarias ha sido mejorada sustancialmente durante estas últimas décadas, no ha ocurrido lo mismo con la red de establecimientos hoteleros de la reserva de la biosfera de Monfragüe. Magníficos edificios con modernas instalaciones han quedado ahora abandonados, como en la Playa de Extremadura junto al río Tajo, en la Bazagona junto al rio Tiétar, en las Casas de Miravete, en el cruce de Deleitosa, en Jaraicejo y tantos otros, al haber quedado marginados del tráfico de vehículos, desviados ahora por las modernas autopistas. Una prioridad inmediata para los próximos años debe ser por tanto evitar la ruina de este patrimonio construido antes de que sea demasiado tarde, innovando en un turismo internacional que compagine la educación ambiental, el disfrute de la naturaleza y los recorridos por nuestra excepcional red de vías pecuarias con la generación de empleos de calidad en los pueblos, cortijos y establecimientos de la reserva de la biosfera de Monfragüe.

“Extremadura tiene una gran oportunidad para fomentar un turismo educativo y cultural de alta calidad aprovechando su extraordinaria red de vías pecuarias, que atraviesan algunos de los parajes más valiosos de la región”