CASTILLOS GEOLÓGICOS. Por Eduardo Rebollada
Monfragüe representa el equilibrio entre los reinos animal, vegetal y mineral.
→ El equilibrio bio-geo ha sido especial en Monfragüe
Decían antaño nuestros maestros que aquella naturaleza, la Naturaleza, se dividía en tres reinos: animal, vegetal y mineral. Aunque hoy en día esa primitiva clasificación ha sido superada, se puede afirmar con razón que la reserva de la biosfera de Monfragüe lo es también de la geosfera, pues sobre sus riscos, montes, valles, llanuras y ríos, conviven armoniosamente vegetación y fauna.
Salto del Gitano
La armonía es aparente a los ojos no habituados, pero lo cierto es que la interacción material y energética entre lo geológico y lo biológico es constante, gracias también en gran medida a la atmósfera y la hidrosfera. Rocas, células, aire, agua y fuego conviven en transformación y evolución constantes, pero dentro de unos márgenes limitantes, que sólo poderosas fuerzas pueden desequilibrar.
Monfragüe representa el equilibrio entre los reinos animal, vegetal y mineral. Si la geología hubiera destacado sobre la biología, otros suelos habría, otros paisajes admiraríamos, quizá en apariencia más diversos, pero en el fondo más pobres. Mientras tanto los farallones cuarcíticos parecen demostrarnos la soberbia geológica de estos ásperos montes.
→ Aquellos y estos geólogos
Los geólogos que hace 60 años se dedicaban al estudio de las rocas más antiguas del continente europeo, descubrieron que en la península ibérica tenían representadas todas las rocas precámbricas y paleozoicas, que aportan las claves de la evolución del paisaje europeo.
Investigadores de universidades europeas recorrieron nuestra tierra tomando muestras de rocas, buscando fósiles y minerales, cartografiando la geología de lugares, a veces muy apartados, en los que nunca o muy pocas veces se había visto un naturalista o un geólogo.
Eran otros tiempos. La ciencia geológica moderna avanzaba velozmente hacia el conocimiento gracias a las nuevas técnicas de investigación, definiéndose modelos geológicos que permitirían explicar tanto los tipos de roca como su disposición geométrica.
Estratos de calizas del Cámbrico (Casas de Miravete), sobre las que es común un tipo de modelado denominado kárstico, debido a la disolución de los carbonatos por el agua de lluvia cargada de dióxido de carbono.
Contemporáneamente, las ciencias geológicas se han expandido hacia cada una de sus especialidades (sedimentología, tectónica, paleontología, petrología, mineralogía...), verdaderas ciencias en sí mismas. El conocimiento que hoy en día se tiene de la corteza terrestre es muy superior al de hace medio siglo, aunque aún sea insuficiente.
“Resulta especialmente destacable el trabajo de aquellos primeros geólogos que con frío o calor, lluvia o nieve, pasaban meses en recónditos pueblitos extremeños, para dar un paso más al frente y permitir a la sociedad un mayor y mejor saber geológico”
→ Ecosistemas fosilizados
El elenco de rocas que encontramos en Monfragüe no es demasiado numeroso. Sin embargo, sus edades son muy diferentes: desde los escasos cientos de miles de años de los sedimentos cuaternarios hasta el medio centenar de millones de años de las pizarras del Proterozoico, la horquilla temporal es, lógicamente, amplia. Así, tenemos lutitas, calizas, areniscas, cuarcitas y pizarras, representativas de ambientes sedimentarios de las diferentes épocas geológicas que del Paleozoico inferior se han conservado en la reserva.
Estas rocas son retazos de lo que fueron verdaderos ecosistemas marinos. Rocas, en muchos casos, que parecen tener el secreto de la eterna juventud, donde el tiempo se detuvo petrificando un momento geológico, que llegaría a su plenitud cuando hace 300 millones de años dos enormes fragmentos de corteza terrestre chocaron, lenta, pero irreversiblemente, hasta elevar y colocar a su antojo una cantidad inconmensurable de toneladas de rocas, quedando como soberbias rampas amplificadas más aún por la potencia de los ríos que han querido y podido erosionarlas.
“Cual arrecife de coral, los nuevos ecosistemas mediterráneos, fluviales y rupícolas se asientan en antiquísimos ecosistemas de arenas y limos marinos, entonces llenos de vida, hoy soportes de vida”
→ Un paseo a través del tiempo
Andar por los senderos de la reserva permite avanzar hacia adelante y hacia atrás en el tiempo geológico. Empezamos por los llanos pizarrosos del Proterozoico, antaño sedimentos de mares profundos, incluso abisales, llegando hasta las rocas cámbricas, de una época en que todo era un mar somero y litoral, con los primeros retazos de vida. Luego subimos por una empinada cuesta, hasta encaramarnos a lo que en otras eras geológicas fueron playas arenosas inmensas, hoy reconvertidas en las conocidas cuarcitas, emblema rocoso del paisaje apalachiense, propio y característico de las estribaciones extremeñas de los Montes de Toledo. Y podemos volver a bajar, por ejemplo, por un sendero pedregoso, bajo el cual corre el agua de lluvia infiltrada, entre areniscas y pizarras, fácilmente erosionables, que hace millones de años formaron parte de un talud submarino. Finalmente, valle abajo observamos un suelo mullido y húmedo, sobre arenales fluviales depositados por el Tiétar o el Tajo.
“Unas 200 especies de vertebrados diferentes viven en Monfragüe de forma permanente”
Pero en lugares como nuestro único parque nacional contamos con otras muchas confluencias de la vivacidad con ella misma para lograr la prodigiosa continuidad.
Porque un paisaje vivo sobre todo es suma de teselas palpitantes. Pero si además estas porciones del gran mosaico son de agua y roca, de pradera y dehesa, de maraña montuna y baldío, de charca y unos pocos edificios entonces tenemos asegurada la otra gran categoría de la vivacidad: la multiplicación. Podemos ir más lejos porque Monfragüe aporta uno de los más destacados ejemplos de la múltiple multiplicidad de la vida, algo que siempre fue y es su propósito pero que ya solo es posible confirmarlo y disfrutarlo en lugares como este corazón de Extremadura.
Sin darnos cuenta viajamos más de 500 millones de años virtuales junto con los continentes que desde entonces han ido, cual balsas, chocando unos con otros, creando nuevas rocas y destruyendo otras, en un ciclo litológico que aún perdura, pero que los seres humanos por lo general somos incapaces de apreciar.
“El tiempo geológico, tiempo profundo en sí mismo, permite comprender la dimensión física del universo, de nuestra galaxia, de nuestro planeta y de nosotros mismos”
→ Europa y África
El continente africano sigue admirando a Europa y esta se deja querer permitiendo desde hace millones de años el abrazo pétreo: rocas que se elevan por la presión de las placas tectónicas africana y europea. Después el agua de lluvia, el viento y el hielo rematan la faena, configurando un paisaje más vertical aún, solo amansado por el verdor de los bosques.
Dentro de unos cuantos millones de años probablemente el empuje de África originará una nueva cordillera “ibero-africana”. Pero mientras tanto, a nuestros ojos, insensibles al tiempo geológico, Monfragüe seguirá siendo un conjunto de sierras y valles empinados y paralelos, sobre los que las aguas ahora embalsadas se aquietan después de miles de milenios de continua erosión fluvial.
No es la primera vez que ocurre. A finales de la era paleozoica, la protopenínsula ibérica fue una cordillera. Y muchos millones de años antes hubo otra cordillera aún mayor, de la que apenas quedan vestigios. Existe una repetición cíclica de los fenómenos geotectónicos, que si bien no afectan por igual a todos los continentes del planeta Tierra, sí pueden considerarse episodios redundantes.
Una de las pruebas de esos choques de escala descomunal y poco inteligible para los humanos es la existencia de pliegues. Monfragüe presenta uno de los plegamientos mejor conocidos, denominado sinclinal de Cañaveral o de Monfragüe, que por un lado impele las rocas hacia los cielos, para que sus aves majestuosas se lancen al vacío desde sus plataformas, y por otro las hunde en el terreno, agrietadas, formando acuíferos en algunos casos. La meteorología se contrapone a la tectónica e intenta apaciguar el paisaje, buscando un equilibrio que nunca llega debido a la inacabable dinámica terrestre.
“Nunca separadas, no siempre unidas, el futuro de Europa y África está escrito en Monfragüe”
→ De aquellos lugares estos barros y estas rocas
Las rocas son un conjunto de sedimentos litificados (petrificados). Lo que fueron antes lechos marinos, profundos o someros, de aguas agitadas o tranquilas, llenas o carentes de vida, son las rocas que definen el grueso del paisaje de Monfragüe. Sobre esos trazos toscos la naturaleza ha dibujado el verde de las hojas y, con mucho más detalle, el multicolor de la fauna.
Habitualmente relictas de ambientes de un pasado muy lejano, las rocas sedimentarias no dejan de ser, por tanto, ecosistemas fosilizados, que nos llegan a nosotros tras millones de años de vicisitudes, una vez se han salvado del implacable ciclo geológico, que les ha otorgado unos cuantos millones de años más de vida.
En la reserva de la biosfera de Monfragüe es común ver los fangos que se depositaron lentamente o en oleadas en el fondo de los mares precámbricos, hace unos 600 millones de años, conjunto de rocas que los geólogos denominan Alogrupo Domo-Extremeño. Sobre ellas se encuentran las rocas del denominado Grupo Ibor, un conjunto variado de fangos carbonatados y otros sedimentos arenosos finos, que dan lugar a calizas, pizarras y areniscas, respectivamente. Sobre el Grupo Ibor son fácilmente reconocibles las arenas de los mares ordovícicos, convertidas en cuarcitas. En estas rocas, típicas de los paisajes no sólo de Monfragüe sino de toda Extremadura, puede verse el fenómeno conocido como bioturbación, en concreto las huellas impresas dejadas por los organismos que nadaron, reptaron, se cobijaron y alimentaron, como es el caso de trilobites –formadores de cruzianas– y gusanos arenícolas – formadores de daedalus y skolitos–, entre otros.
Raña del Frontal (Jaraicejo)
En periodos geológicos mucho más recientes se depositaron sedimentos continentales, no marinos. Se trata de las denominadas rañas, un conjunto de materiales heterogéneos, donde pueden diferenciarse cantos rodados dentro en una matriz arcillosa, que adquiere una tonalidad rojiza y forma mesetas alrededor de algunas sierras del centro de Extremadura.
“Las rocas sedimentarias no dejan de ser, por tanto, ecosistemas fosilizados”
→ La vida fósil
Si las rocas sedimentarias tienen un origen marino, los seres vivos que pueden haber quedado fosilizados dentro de ellas lógicamente pertenecían a grupos o taxones de hábitos marinos, bien como nadadores habituales o esporádicos, bien como simples reptadores o excavadores de los sedimentos del fondo del mar.
A pesar de la dificultad intrínseca que ofrece el hecho de la fosilización, para el cual son necesarias una serie concatenada y relativamente compleja de procesos, en la reserva de la biosfera de Monfragüe excepcionalmente es posible encontrar restos fosilizados de trilobites, crinoides y graptolitos. Al contrario, existen otros taxones de difícil fosilización, como ocurre con los anélidos, debido a que sus cuerpos carecen de esqueleto que pueda mineralizar.
Pero además de las huellas fósiles (también llamadas icnofósiles) dejadas por los organismos que habitaron durante el Precámbrico (Neoproterozoico) y el Paleozoico inferior y medio, como cruzianas, skolitos y otros, es posible observar en la reserva de la biosfera de Monfragüe estructuras sedimentarias, como ripples de corriente –las marcas que dejan las corrientes de agua sobre la superficie del sedimento–, otras estructuras indicativas de tormentas y tempestades, y estructuras diagenéticas, especialmente marcas de carga.
“En la reserva de la biosfera de Monfragüe excepcionalmente es posible encontrar restos fosilizados de trilobites, crinoides y graptolitos”
→ La esencia minera
Los minerales constituyen los componentes básicos de las rocas. Su función no es sólo física, como soporte estructural litológico, sino también como recurso químico. Sus usos variarán en función de muchos aspectos, aunque ello no quiere decir que se puedan utilizar de cualquier manera o para cualquier cosa.
Los minerales son esenciales para la vida y la sociedad, integrando cualquier proceso productivo, natural o no, es decir, formando parte tanto de nosotros mismos y de la naturaleza a la que pertenecemos como de los objetos y herramientas que utilizamos, imprescindibles para nuestra economía.
Pedrera (sierra de Monfragüe, Torrejón el Rubio)
La reserva de la biosfera de Monfragüe incorpora en sus rocas varios minerales, entre los que destacan los silicatos, formados por átomos de silicio y oxígeno, que al combinarse de manera diferente, permiten la existencia de numerosísimas especies minerales, entre las que destacan por su abundancia el cuarzo, los feldespatos, las micas o los minerales arcillosos.
Pero para que estos minerales sean económicamente rentables y puedan ser aprovechados industrialmente, se precisan unas condiciones específicas de aparición, entre las que se encuentran su grado de pureza y su cantidad, formando verdaderos yacimientos. Así, en Monfragüe existen yacimientos de minerales arcillosos, como la atapulgita, que se explota en Torrejón el Rubio. Pero también hay otros indicios y yacimientos minerales a lo largo y ancho de la reserva, como el grafito en las pizarras ampelíticas silúricas de Villarreal de San Carlos, la andalucita en las pizarras precámbricas de Casas de Millán, la galena y la blenda de la mina la Norteña, en Higuera de Albalat.
“Los minerales son esenciales para la vida y la sociedad”
→ Monfragüe y la evolución del clima
Resulta difícil imaginar Monfragüe sin cañones rocosos, sin esa geomorfología que tanto lo caracteriza, donde queda patente la fortaleza y el cimiento de la gea para la vida.
La calidad de sus ambientes naturales permite observar un entorno tanto geológico como biológico, donde el ser humano no es protagonista. Sin embargo, aunque Monfragüe aparentemente no necesite a los humanos, en la actualidad los riesgos globales que se ciñen sobre muchos de los ecosistemas, tanto naturales como antrópicos, precisan de una actuación transparente y fundamental, como el aire que respiramos.
Las rocas que observamos en la reserva de la biosfera de Monfragüe permiten inferir que los climas han ido cambiando en gran medida a lo largo de la historia de la Tierra. De hecho, la mayor parte de las rocas sedimentarias marinas han sido generadas por variaciones importantes del nivel de los mares, fenómenos que eran causantes de modificaciones del balance erosión-sedimentación, tanto de la erosión de las áreas montañosas como de la sedimentación y aterramiento de las cuencas sedimentarias (valles fluviales, lagos y mares).
Pliegue disarmónico (Portilla del Tiétar, Toril)
La amenaza del cambio climático nos afecta a todos los seres del planeta directa o indirectamente. Cambios de la temperatura del aire y el agua, de los niveles del mar, del sentido, dirección, intensidad y alcance de las corrientes oceánicas, y de los ecosistemas y las especies vegetales y animales, etc., que no son sino concreciones de cambios mayores de los ciclos del agua y los nutrientes, que influyen en otros procesos que sí nos afectan muy directamente, como son los agrícolas y ganaderos, además de los de mayor escala, sociales y económicos.
Resolver los problemas del presente que se avecina requiere suficiente capacidad de perspectiva para echar la mirada atrás, muy atrás en el tiempo, como se puede hacer fácilmente en Monfragüe, para ver que los fenómenos naturales, que vemos hoy como amenazas, son los mismos que en el pasado geológico transformaron en alto grado el paisaje y la vida. Tomemos nota de ello.
Canchos de Ramiro: nunca es tan bueno como la primera vez
Los canchos de Ramiro son de esos cada vez más escasos lugares que por algún motivo permanecen siempre ocultos al gran público, puede que porque para ir haya que ir específicamente, es decir, que no se pasa por allí por casualidad, o puede que sea porque se sitúa en una de las zonas menos pobladas de la provincia de Cáceres, no ya solo por la tan traída España vaciada, sino porque en realidad son pocos los municipios en este sector occidental de la provincia de Cáceres, muy cerca ya de la frontera portuguesa: baste decir como apunte ilustrativo que Cachorrilla, la localidad desde donde se accede a este maravilloso lugar, cuenta con ochentaisiete habitantes; o que por ejemplo, desde su pueblo más cercano al sur, Ceclavín, hasta su igual al norte, Cilleros, hay treintaitrés kilómetros lineales sin población, ni casi construcción, alguna.
Sea como fuere, los canchos de Ramiro mantienen esa cierta magia de la terra incognita, a la que es difícil sustraerse incluso yendo repetidas veces. Las impresionantes dehesas que lo circundan, lo recoleto -hasta en el nombre- de Cahorrilla, su localidad de referencia, y la feroz estampa que dibujan recortados sobre el cielo al aproximarse hacia ellos impiden la indiferencia por muchas veces que se visiten; y si es la primera vez aún más, pues tal y como salmodiaba Sade mientras su cantante trotaba en un caballo negro por el Rocío y unos paisanos jugaban al tute, “never as good as the first time”. Y no es que el lugar haya pasado desapercibido a los vientos del conservacionismo, por supuesto que no, pues está incluido en la zona de especial protección para las aves (ZEPA) Canchos de Ramiro y Ladronera, y lo que sorprendentemente es menos conocido, su orilla norte, en la cara de poniente del gran farallón, es territorio de la reserva de la biosfera de Tajo Internacional, lo que ya de por sí debería bastar para su promoción y crédito.
Pero, para entender mejor el lugar describámoslo someramente desde el punto de vista geomorfológico: los canchos de Ramiro son un imponente desfiladero fluvial provocado por el encajonamiento del río Alagón, que aprovecha una fractura en la dura roca al ver aumentado poderosamente su caudal en este punto con las aportaciones del río Árrago y el arroyo de la Hueca. Forman parte del afloramiento de cuarcita armoricana en el flanco del sinclinal de la sierra de la Garrapata, cuyos materiales paleozoicos se depositaron en una plataforma continental, en secuencias alternantes de arenas y arcillas debido a las subidas y bajadas del nivel del mar durante el Ordovícico y el Silúrico, hace por lo tanto entre 488 y 415 millones de años. Tras convertirse en rocas compactadas por un extenso proceso de litificación -en cuarcitas las arenas y en lutitas las arcillas- se plegaron durante la orogenia hercínica en el Carbonífero inferior, hace unos 350 millones de años, generándose su estructura sinclinal. Desde finales del Paleozoico hasta la actualidad, ya en ambiente continental (sin mar, vaya) otros movimientos orogénicos y la intensa erosión fueron suavizado el relieve afectando de forma desigual a las diferentes rocas según su resistencia; como las cuarcitas son las más duras acabaron por conformar los mayores resaltes de estas sierras.
Estos verticales relieves no solo son espectaculares sino que se trata de auténticas “rocas vivientes”, pues además de numerosas evidencias fósiles y una asombrosa agrupación de líquenes entre los que destacan los intensos tonos amarillos de Acarospora hilaris, albergan algunas de las comunidades fáunicas o botánicas más diversas y singulares de Europa, caracterizadas por la abrumadora presencia de grandes rapaces y excelentes muestras de bosque y matorral mediterráneo. Como recrea la lámina de nuestro ilustrador, el lugar idóneo para la nidificación de aves rupícolas, muchas de ellas residentes como su enorme colonia de buitre leonado (Gyps fulvus) (1) con más de 100 parejas, búho real (Bubo bubo) (2), águila real (Aquila chrysaetos) (3), colirrojo tizón (Phoenicuros ochruros) (4), chova piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax) (5), halcón peregrino (Falco peregrinus) (6), collalba negra (Oenanthe leucura) (7), cernícalo vulgar (Falco tinnunculus) (8) o águila perdicera (Aquila fasciata) (9) y otras especies estivales como el escasísimo vencejo cafre (Apus caffer) (10), alimoche (Neophron percnopterus) (11) o cigüeña negra (Ciconia nigra) (12).
Así pues, si alguien quiere encontrarse a sí mismo y con la naturaleza más ubérrima, los canchos de Ramiro son una opción inmejorable; especialmente si no lo conoce, pues ya se sabe que nunca es tan bueno como la primera vez.
LECCIONES DE VIVACIDAD. Por Joaquín Araújo
Monfragüe aporta uno de los más destacados ejemplos de la múltiple multiplicidad de la vida, algo que siempre fue y es su propósito pero que ya solo es posible confirmarlo y disfrutarlo en lugares como este corazón de Extremadura.
→ Hemos protegido nuestro corazón
Tenemos la porción más vivaz del Viejo Mundo. Extremadura cuenta, en efecto, con el patrimonio natural más completo y complejo de la región más agotada del planeta. Tiene, pues, la condición de oasis. A lo que cabe sumar que, cuando algo así coincide con la suficiente apreciación por parte de los nativos es que tenemos mucho y bueno que ofrecer. Y ofrecemos lo mejor que nos queda de la historia de la vida y de nosotros mismos.
Dehesa en la Reserva de la biosfera de Monfragüe
Explico. Si empezamos por lo directamente relacionado con lo humano considero la hospitalidad como máxima expresión directa y concreta de la ética. Pues bien, esa es la primera seña de identidad del extremeño, al menos del que no ha sido abducido por las urgencias desarrollistas que tanto mandan. Con todo, la mayoría, no silenciosa sino acallada, sabemos, compartir nuestra vida con las de otros. Algo que ya, insisto, resulta tan escaso como valioso.
Con relación a lo demás, es decir nuestros paisajes, conviene tener presente que son nuestra primera riqueza por resultar invariablemente el cimiento de todo lo que somos, sabemos y hacemos. Pero cuando alguien hospitalario no solo acoge a los iguales sino también a los diferentes, quiero decir al resto de los seres vivos, sin duda estamos ante una de las más consoladoras excepciones en este momento histórico que nos toca transitar. Porque aquí se entiende el real significado de la casa común. La pertenencia a algo muy anterior a nosotros mismos y que sigue aceptándonos, por no decir consintiéndonos. Consintiéndonos todo, incluso lo que destruye esto de lo que formamos parte.
Pero si ponemos el foco en la reserva de la biosfera de Monfragüe lo que encontramos es una superlativa multiplicación de lo mencionado. Es la vida concentrada en donde mucho vivo lo rodea todo por todas partes.
Cultivos de Tabaco (Toril)
Frente a tanto paisaje herido nos queda el corazón palpitante de todo el poniente ibérico que además actúa como banco de sangre para las necesarias transfusiones de vivacidad que cada día necesitan más otras comarcas, otros países.
“Aquí todavía se puede poner a todos nuestros sentidos a tener su mejor sentido, que no es otro que la contemplación de la capacidad creativa de la vida. Es solo un primer paso que puede desembocar en que aflore en nosotros el sentimiento de la Natura.”
Recordemos que las leyes que amparan porciones de nuestra naturaleza suponen una declaración de paz, un cese de hostilidades que beneficia sobre todo al que las declaró. Porque por mucho que se nos quiera olvidar las formas de usar el mundo de nuestra actual civilización son especialmente violentas. Demasiados se amparan en la hipocresía de considerar que todo está justificado en nombre de un denominado derecho universal de apropiación de todo cuanto contienen los horizontes. Cabe hacer una comparación. De la misma forma que abonar la tierra con materia orgánica equivale a acariciarla dándole el mejor alimento, frente a la agresión que supone usar exclusivamente productos de la industria química, el que dejemos a ciertos paisajes vivos el que sigan estándolo es una suerte de fertilización, pero no solo de ese entorno concreto sino de la sociedad en su conjunto. Del resto de los paisajes también.
Espacios naturales protegidos como Monfragüe cumplen al menos un centenar de funciones, todas ellas importantes, pero la que menos es tenida en cuenta es de carácter emocional. Aquí todavía se puede poner a todos nuestros sentidos a tener su mejor sentido, que no es otro que la contemplación de la capacidad creativa de la vida. Es solo un primer paso que puede desembocar en que aflore en nosotros el sentimiento de la Natura.
El Robledo (Malpartida de Plasencia)
Algo que invariablemente comienza con la admiración por lo visto. Continúa con la búsqueda de más elementos vivos con los que saciar el apetito que nuestras bellezas en libertad despiertan incluso en los poco, o nada, aficionados. Pero como estamos ante un gran escenario con actores de indudable destreza enseguida nos puede asistir algo de fantasía. Pensemos en que así era la mayor parte de nuestro ámbito mediterráneo hace muy pocos siglos. Me refiero a la evidente vocación que tienen de convertirse en lugares para contemplación de lo más importante que sucede en este planeta. Una función que como ya escribí en su día, para un monográfico sobre este parque, nos permite: Viajar desde la luz a la completa oscuridad.
Desde el sol a la tierra oscura en la que hurgan las raíces. Desde las propuestas del horizonte hasta los callos, que en las manos de los ya raros trabajadores del paisaje, explican tantas cosas. Desde la armonía velera de esas siluetas que cuajan en el aire de estas serranías al chapoteo de la rana en la charca. Desde la melodía del avecilla frondosa hasta el misterio no menos musical de nuestras orquídeas.
Monfragüe está, por supuesto, en el lado transparente de la realidad y, en consecuencia, todavía nos permite mirar a través de sus comunidades vivientes para iniciar esa comprensión pendiente que nos rescatará de nuestro destino de verdugos, para convertirnos en fundadores.
→ Elegancias
Contemplar es vestir al paisaje con nuestras miradas que si son lo suficientemente generosas se convertirán en un principio de complicidad de cara a que no sigan siendo desnudados. Pero con lo que se encuentra nuestra capacidad visual es con los infinitos trajes que la Natura ha colocado sobre la piel del mundo. Por lo que cabe aceptar, desde un primer momento, que es pura elegancia lo que nos obsequia Monfragüe. Para empezar el conjunto es discreto, no destacan altiveces. Incluso el puñado de hirsutas anomalías que suponen los peñones, boquerones, canchos no hacen más que engalanar más aún el derredor. Y convocan a más miradas todavía. Sierras sí, pero como serenamente acurrucadas en ellas mismas. Oleaje moderado de elevaciones que no pretenden llegar lejos sino al mejor lugar, a lo adecuado. Así las formas. Con relación a los colores recordemos que aquí el verde despliega una incontenible gama de sus propias tonalidades. Pero bajo su manto se esconde lo mejor.
La Portilla y sierra de Peñafalcón (Serradilla)
En todos los bosques, en efecto, se combate a la muerte poniendo al menos tanta vida nueva como vieja se fue para siempre. Sobre ellos y por ellos aletean hasta 250 especies de aves. Trepan, triscan, reptan y excavan numerosos reptiles. En las aguas de esta reserva bucean no menos peces y anfibios, con alguna compañía de aves y mamíferos. Unas 200 especies de vertebrados diferentes viven en Monfragüe de forma permanente, y otros muchos pasan durante las migraciones. Se supone desaparecido al lince ibérico, pero estamos seguros de que reaparecerá, de forma natural o mediante la deseable reintroducción.
Lo acaso más relevante es que estamos también en el casino de los más escasos, en el lugar de encuentro de las especies más amenazadas que casi invariablemente llevan puesta la condición de espectaculares.
“Unas 200 especies de vertebrados diferentes viven en Monfragüe de forma permanente”
Pero en lugares como nuestro único parque nacional contamos con otras muchas confluencias de la vivacidad con ella misma para lograr la prodigiosa continuidad.
Tumba de la Princesa (Malpartida de Plasencia)
Porque un paisaje vivo sobre todo es suma de teselas palpitantes. Pero si además estas porciones del gran mosaico son de agua y roca, de pradera y dehesa, de maraña montuna y baldío, de charca y unos pocos edificios entonces tenemos asegurada la otra gran categoría de la vivacidad: la multiplicación. Podemos ir más lejos porque Monfragüe aporta uno de los más destacados ejemplos de la múltiple multiplicidad de la vida, algo que siempre fue y es su propósito pero que ya solo es posible confirmarlo y disfrutarlo en lugares como este corazón de Extremadura.
Disfrutas con la pasión que destilan los perdederos de esta comarca. Si eres capaz de silenciarte y ocultarte, escucharás los latidos del derredor. Intuirás, sobre todo, la pasión por hacer menos mortal a la muerte. Por el intento, de momento suficientemente logrado, de que la extinción quede superada y alejada. Poco, o nada, tiene más distinción, o si se quiere elegancia, como mantiene el título de este subcapítulo, que estos tenaces empeños que Monfragüe emprende para vivificarlo todo.
→ De un desastre evitado a una vivaz convivencia
Conviene no olvidar que esta plaza mayor de la vida fue rescatada in extremis del potro de tortura que para todo paisaje supone una masiva sustitución forestal. Las alarmas dadas por Jesús Garzón en 1970/71 fueron secundadas por un notable reclutamiento de voluntarios y de fondos. Con todo y todos ellos se pudo frenar lo que pronto se demostró como del todo aberrante. Para no caer en futuras tentaciones se consiguió la declaración de parque natural en 1979, de reserva de la biosfera en el 2003 y parque nacional en el 2007. Sin olvidar otras dos amables confluencias pues aquí también gozamos de la consideración de ZEPA, zona de especial protección para las aves y de LIC, lugar de importancia comunitaria. En suma que tras el riesgo de perder la primera seña de identidad de Extremadura se produjo esta crecida sensatez legislativa que, como círculos concéntricos, fueron mejorando la calidad y la cantidad de la protección.
Pesca deportiva en Arrocampo (Saucedilla)
Protección no solo del paisaje más vivaz y característico sino también de lo que desde 1971 supone la principal caricia que los humanos damos a los entornos que nos sustentan. Esa es la fecha de la puesta en marcha del programa Hombre y Biosfera de la UNESCO. Un hito, sin duda, ya que fue el de partida para la creación de una tupida red de reservas que hoy nos hacen compatibles con todos los procesos naturales en 669 destacados enclaves de todo el planeta. España lidera ese listado pues cuenta con 47 reservas de la biosfera que suponen el 11% del territorio nacional.
Monfragüe es una de las más relevantes desde el momento en que aquí conviven vecinos de 14 municipios con la mayor concentración de vida salvaje del continente. Por si eso fuera poco son algo más de 300.000 las visitas que la reserva recibe. Afluencia que conforma el núcleo duro del turismo de Natura que se lleva a cabo en Extremadura. La celebración en el centro de la zona protegida, concretamente en Villareal de San Carlos, de la FIO feria internacional de turismo ornitológico, consolidada ya con 13 ediciones, no deja de ser un indicador de los destinos paralelos entre la protección y los beneficios que de la misma pueden y deben llegar a los habitantes de las reservas.
Queda así demostrada una de las propuestas que más necesitamos generalizar. Me refiero a que la verdadera vocación de los paisajes es acoger. Si la residencia de los humanos y sus quehaceres no daña a la de los otros seres vivos lo que se pone en marcha es precisamente lo que el programa hombre y biosfera busca. La inclusión de todas las tradicionales actividades del sector primario en el seno de las tramas, ciclos y procesos espontáneos supone una triple coherencia. La primera es la mencionada de acariciar en lugar de torturar al derredor con lo que, entre otras cosas mejora el bienestar sicológico de los residentes y visitantes. No conviene olvidar que el paisaje puede serenarnos o enervarnos. Las dehesas, sin duda el mejor logro de la historia ya que es el ámbito donde la cultura y la natura consiguen empatar, resultan un inmejorable ejemplo de lo afirmado. Los sicólogos detectan que este paisaje, tan humanizado como natural, produce sosiego en quienes lo contemplan y lo viven. Todo ello permitiendo además la obtención de algunos de los mejores productos alimentarios del mundo mediterráneo. La lucidez de una vivaz convivencia.
Rebaños trashumantes en la dehesa (Serrejón)
Las dehesas, sin duda el mejor logro de la historia ya que es el ámbito donde la cultura y la natura consiguen empatar. |LS|...|RS| La lucidez de una vivaz convivencia.
Que es el segundo propósito de las reservas, es decir el de conseguir que todos los productos locales, esencialmente los que comemos, sean de mucha mayor calidad para nuestros cuerpos y para el resto de la comunidad natural. Algo que invariablemente redunda en las siempre escasas rentas agrarias y ganaderas tradicionales. Pero, cuando se procede como en la reserva de la biosfera de Monfragüe, se consigue, en tercer lugar, el más bello de los propósitos que no es otro que el de no esterilizar el porvenir. Se trata de que esas mismas encinas y alcornoques, esos canchos y buitres, esos ganados y cultivares, que ahora vemos y disfrutamos, sigan dando sentido a la vida a través de su primera vocación y destreza: su propia continuidad. Poco, o nada, más solidario y sensato que conservar el futuro.
→ Ser los mejores
Para culminar algo de sana vanidad. Porque demasiadas veces hay carcomas royendo la autoestima de los extremeños. Desde las cloacas del entendimiento emergió considerar riqueza solo a lo que podía ser expresado en números y en cantidad de mercancía. Pero el verdadero capital, como todavía dicen algunos de los que trabajan con sus manos, es la Ttierra (sic) de la que emergen todos los futuros. Tener lo que ya casi nadie tiene, no haber perdido lo que tenemos por el ansia de lo que no tenemos, y que casi siempre resulta prescindible, es el motivo más que suficiente para presumir.
Equipamientos en el castillo de Mirabel (Mirabel)
Quiero culminar esta aproximación a Monfragüe -restaurador de miradas y emociones, maestro de verdadera economía, amistoso para los que todavía no han nacido- con algunas consideraciones que he intentado transmitir. Llevo casi cincuenta años intentando, por todos los canales de la comunicación a propios y extraños, locales y extranjeros transmitir lo que el paisaje vivo transmite. Puedo jurar que lugares como esta reserva son uno de las mejores fuentes de información transparente con la que podemos contar. Porque este espacio nos está mejorando por la sencilla razón de que contiene mucha belleza en libertad. Supone encuentros con todos los elementos, procesos y ciclos básicos para la continuidad de la vida. En consecuencia rescatan, mantienen y multiplican la principal destreza de la Vvida (sic). Vengan a comprobarlo. Paladeen la autenticidad. Háganlo con discreción y respeto, es decir usen de la mejor forma posible estos paisajes todavía vivos. No es difícil, consiste en disfrutarlos sin impedir el disfrute de ninguno de sus residentes habituales. Poco, o nada, resulta más digno que dejarlo todo como estaba. Nadie añade una pincelada a un cuadro de Goya, ni mucho menos lo rasca para dejar una cicatriz en el lienzo. Así hay que proceder con las reservas de la biosfera.
Por si todo eso fuera poco suponen la mejor dieta visual para tanto ojo cansado como se extravía por la vieja Europa. Y si, finalmente, aceptamos, como mantuvieron Platón, Goethe o Pessoa, que somos lo que miramos, vengan a Monfragüe para ser los mejores.
AZUL PIEDRA · CAMPO ARAÑUELO
Campo Arañuelo y el agua van de la mano: un dolmen submarino, templos romanos reflotados, apóstoles de ultramar y desencadenados… Buceemos en su historia.

El agua es una constante en Campo Arañuelo -sobre su propio nombre se especula que derive de la palabra prerromana aran, valle- no ya solo porque la comarca esté contenida entre los ríos Tajo y Tiétar, y que gracias a esto se dedique en buena medida a la agricultura de regadío, sino que mucha de su historia y de su patrimonio están relacionados con el imprescindible líquido. Parece sin embargo que los cambios climáticos nos llevan irremediablemente a padecer ciclos de grandes sequías y por desgracia generalmente nada bueno sale de ellas; salvo el dolmen de Guadalperal, claro. Conocido también como el Stonehenge español, a pesar de que no es un crómlech como el inglés, fue descubierto por Hugo Obermaier en 1925 y excavado por él mismo durante dos años para obtener unos restos arqueológicos que acabaron en Berlín. Su origen se remonta a unos 5000 años de antigüedad y está compuesto por 140 ortostatos (piedras de gran tamaño) que forman el armazón de una cámara de cinco metros de diámetro, a la que se accedía por un corredor de veintiún metros de longitud.
Pero desde el año 1963 este gran complejo megalítico permanecía bajo las aguas del embalse de Valdecañas, asomando tímidamente algunos años con escasa pluviometría, hasta que el verano de 2019 lo hizo por completo. Desgraciadamente estas fluctuaciones están degradando el monumento, especialmente los grabados en los ortostatos, y además generalmente impide visitarlo, por lo que cada vez más voces solicitan una actuación de recate, aunque esto supondría probablemente una pérdida irreversible del contexto histórico y arqueológico del conjunto; el debate está abierto.

→ ¿“Augustobriga”, por favor?
La presencia romana en Campo Arañuelo pudo estar relacionada con la importante calzada recogida en el itinerario de Antonino como Iter XXV (vía 25), también llamada Alio itinere ab Emerita Cesaraugusta, es decir, otro camino de Mérida a Zaragoza, una de cuyas mansiones era Augustobriga. Aunque lo cierto es que, aún hoy en día, no hay unanimidad sobre el verdadero trazado de esta vía, especialmente en el tramo entre Mérida y Toledo, ni en la ubicación exacta de las dos primeras mansiones ni de la mencionada, la tercera. En cualquier caso, en la comarca han aparecido monedas, algún miliario, molinos y restos de edificios como la villae del olivar del Centeno en el término de Millanes, cuyos bellos mosaicos están expuestos hoy en el museo arqueológico de Cáceres.
Pero volviendo a Augustobriga -su toponimia se debe a Augusto, emperador romano, y a briga un sufijo que solía identificar poblaciones de origen celta-, de forma mayoritaria se ha identificado con Talavera la Vieja, hoy sumergida bajo las aguas del embalse de Valdecañas, basándose en la inscripción allí encontrada “Senatus Populusque Augustobrigensis”. Se trataba de una ciudad romana amurallada y defendida por el cauce del río Tajo, con un alto grado de romanización ya en el s. I, pues contaba con foro y otros espacios y edificios monumentales como templos; uno de ellos, conocido popularmente como los Mármoles (aunque está hecho de granito) y tres columnas de otro conocido como la Cilla, se conservan gracias a su cambio de ubicación antes de la inundación. Sea o no la auténtica Augustobriga, los templos están allí, junto al puente por el que cruza el Tajo la carretera EX-118, componiendo una de las estampas más bellas y reconocibles de la comarca.

→ Belvís de Monroy
Según parece, Sancho IV el Bravo entregó la cabeza de Belvís, con sus términos y dehesas, a Hernán Pérez, de Plasencia, hombre de su confianza y procurador en Cortes, para que la poblase con treinta vasallos y alzase en ella casa fuerte para defenderse de los "golfines", una hueste de bandidos que asolaron las tierras de Plasencia durante siglos alcanzando tal poder que acabaron por hacer noble su apellido. Esto ocurría el día 10 de enero de 1290 y desde entonces, esta pequeña localidad fue acumulando buena parte del patrimonio de la comarca: su iglesia de Santiago Apóstol, de estilo gótico mudéjar, está declarada bien de interés cultural con categoría de monumento. Y en su convento de San Francisco se formaron los primeros misioneros que evangelizarían América, conocidos como los Doce Apóstoles de Belvís, desde donde partían en 1523 hacia Méjico para ser recibidos por el mismísimo Hernán Cortés. Finalmente está su castillo, de cuya erección ya hemos hablado que se encargaron Hernán Pérez y sus descendientes, que tomarían el apellido Bote de una de las dehesas de Belvís. Desgraciadamente varias partes del mismo están derruidas tras el abandono en el que cayó después de las guerras de Sucesión y de Independencia. Pero lo que se conserva da una idea de la magnífica fortaleza que debió ser y aunque está en manos privadas -según parece las de una señora farmacéutica foránea que tenía antojo de un castillo- y no se puede acceder al interior, en conjunto con el resto de atractivos de Belvís componen una visita que merece mucho la pena.

→ Pedro desencadenado
San Pedro ad Vincula (en cadenas) conmemora la milagrosa liberación del santo narrada en los Hechos de los Apóstoles: Herodes Agripa, después de haber matado al apóstol Santiago, encarceló a Pedro para ofrecérselo al pueblo tras la Pascua, pero un ángel penetró en la celda fuertemente custodiada y lo desencadenó, guiándole después hacia su libertad. Pedro huyó a otro lugar y esta es la última vez que de él se sabe en la narración de Lucas, aunque la tradición dice que marchó a Roma.
Pues bien, San Pedro ad Vincula es la advocación de la iglesia de Casatejada, reconocida como bien de interés cultural con categoría de monumento. Además de su magnífica fábrica, su interior tiene una curiosa historia: en 1822, tras los daños sufridos en el templo durante la Guerra de la Independencia, se compró un retablo mayor al monasterio de Yuste, aunque desconocemos en qué términos, pues lo cierto es que hubo que devolverlo en 1957. En compensación, el Estado entregó un lienzo que representa la antes descrita liberación del apóstol por un ángel, una obra tenebrista de gran calidad que la Administración atribuía a José de Ribera; lo cierto es que la obra -ahora haciendo funciones de altar mayor- se parece sorprendentemente al magnífico "San Pedro libertado por un ángel", del mismo autor, que hay en el Prado, aunque este último es apaisado y la anterior vertical.

CATORCE NUEVOS SENDEROS SEÑALIZADOS DE LA RESERVA DE LA BIOSFERA DE MONFRAGÜE

Catorce senderos distribuidos a lo largo y ancho de la reserva de la biosfera de Monfragüe (Cáceres, España) buscan senderistas para mostrarle los más recónditos y desconocidos parajes de su territorio. Si bien es cierto que el parque nacional es el paraje natural más visitado de Extremadura, y sus rutas son sobradamente conocidas y practicadas, no es menos cierto que la reserva de la biosfera, por su amplitud de territorio que alberga en su interior al mencionado parque, esconde aún innumerables secretos que descubrir: patrimoniales, industriales, culturales, botánicos, fáunicos… todo lo que pueda uno imaginarse que una reserva de la biosfera debe tener podemos encontrarlo, andando, en estas catorce joyas.

Todo comenzó con el Plan de Competitividad Turística de la Reserva de la Biosfera, cuando se destinaron las primeras inversiones a estos senderos: desde las propuestas primigenias de sus trazados, ideados por agentes de la zona, hasta los sucesivos proyectos técnicos y actuaciones de adecuación, para finalizar con la recientemente ejecutada mejora de señalización y equipamientos. En esta última se ha sumado además los códigos y requerimientos de la FEXME (Federación Extremeña de Deportes de Montaña y Escalada) para conseguir su homologación, lo que no es poco importante, pues esta es un marchamo añadido que proporciona seguridad y calidad, garantiza la información sobre la actividad que se va a desarrollar y posibilita su uso por la mayoría de usuarios. Aquí cabe recordar que las nomenclaturas SL (sendero local), PR (pequeño recorrido) y GR (gran recorrido), así como las marcas y colores que los identifican, son propiedad de la FEDME (Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada) y en ese sentido solo aquellas instalaciones que tengan homologación, su correspondiente matrícula y el logotipo de alguna de sus federaciones autonómicas certificándolo, cumplen con estos requisitos y ofrecen las garantías mencionadas. También cabe aclarar que de los catorce senderos que describimos dos carecen de homologación, lo que por supuesto no quiere decir que no se puedan practicar ni que sean menos atractivos: Dehesas de Maulique y Arrocampo.

Precisamente esta última ruta, que recorre cuatro de los observatorios del parque ornitológico de Arrocampo, en Saucedilla, es una de las imprescindibles tanto si somos aficionados a la observación de aves como si no, porque la belleza de este hábitat lacustre, la poca frecuencia en estas latitudes de muchas de las especies observables y el buen equipamiento del sendero garantizan una experiencia difícilmente igualable. Aves y muchas también ofrece Dehesas de Maulique, en Toril, especialmente en otoño e invierno es, junto con Las Mestas (PR-CC 68), en Casatejada, probablemente la más interesante para observar grullas; ambos senderos son los mejores para recorrer el mar de encinas de las dehesas de la reserva y a pesar de su extensión, los más cómodos por el escaso desnivel que superan.
Otro bloque interesante son los senderos vinculados a la arquitectura industrial, principalmente antiguos molinos harineros hidráulicos: Ermita de Tebas (PR-CC 65), en Casas de Millán, que finaliza en el bonito entorno de la rivera del Castaño, junto al molino del Chaval; Molino de la Hoyuela (SL-CC 43), en Torrejón el Rubio, que hace lo propio en el molino que le da nombre y ofrece además una magnífica vista del skyline de la serranía de Monfragüe; y Garganta de Nogales (SL-CC 45), en Higuera de Albalat, cuya parte homologada recorre el canal de la Luminosa -que fuera molino harinero primero transformado en fábrica de luz después- en un trazado espectacular, no apto para personas con acrofobia, eso sí, por una de las zonas más recóndita y fragosa de la reserva.

Y es que el agua es una constante en esta red de senderos, determinando el carácter e incluso el nombre en casos como el de la Garganta de la Canaleja (PR-CC 70), en Romangordo, que propone un recorrido por uno de los parajes más frescos y boscosos de la reserva; toda una sorpresa a la sombra de alisos, castaños y almeces. O la Garganta del Fraile (SL-CC 44), en Serradilla, cuyo atractivo principal es la chorrera de agua que salta la imponente Portilla y en la que las duras cuarcitas dominan el paisaje. Por supuesto Las Fuentes (SL-CC 46), en Jaraicejo, cuyo hilo conductor son las numerosas construcciones destinadas tradicionalmente al suministro de agua, tanto para la población local como por el acervo trashumante de la zona. Y finalmente La Breña (SL-CC 42), en Deleitosa, donde el relieve tipo apalachense del geoparque Villuercas Ibores Jara y la reserva de la biosfera de Mofragüe se encuentran y la garganta del Venero Frío garantiza agua, incluso en los secos meses del estío, sombreada por imponentes alisos.
Aunque toda la red es botánicamente muy interesante, hay dos rutas muy especiales en este sentido: Umbría del Barbechoso (PR-CC 66), en Mirabel, que nos propone un recorrido por el espectacular alcornocal de la dehesa boyal de Mirabel -con dos ejemplares declarados árboles singulares- y por la sierra de Santa Catalina y su impresionante umbría, henchida de brezos arbóreos, castaños, madroños o durillos, en un paisaje dominado por el castillo de la Peña del Acero; y El Robledo (PR-CC 69), en Malpartida de Plasencia, donde encontramos las mejores muestras de bosques caducifolios de la reserva, principalmente robles melojos, en un entorno marcado por la presencia de tumbas antropomorfas y los restos de un castro vetón.

Finalmente, dos buenas muestras de bosque y matorral mediterráneo: La Piñuela (PR-CC 64), en Casas de Miravete, con la curiosidad de pasar junto a los restos de la iglesia que le da nombre, último vestigio de una antigua aldea destruida durante la Guerra de Sucesión, a principios del siglo XVIII; y Cerro Tejonera (PR-CC 67), en Serrejón, que permite obtener una vista poco habitual tanto de las dehesas del norte de la reserva dominadas por la imponente mole de la sierra de Gredos, como del relieve de las serranías que integran el parque nacional, en un espectacular fin de ruta en el mirador del cerro que le da nombre, que es además un magnífico otero para disfrutar de la berrea del ciervo.
En definitiva, si quieres ver aves y fauna en general, conocer viejos ingenios hidráulicos, recorrer gargantas, arroyos y fuentes, ruinas históricas o descubrir árboles singulares y la exuberante vegetación del bosque mediterráneo de la reserva de la biosfera de Monfragüe, tienes catorce magníficas razones para hacerlo. Todas y cada una de ellas merecen recorrerlas.
Reportaje - Senderos de la reserva de la biosfera de Monfragüe (pdf)
OBSERVAR AVES DESDE CASA: GUÍA DE AVES DE LA CIUDAD DE CÁCERES

Durante este tiempo de confinamiento ha tomado fuerza el relativamente nuevo y sorprendente fenómeno de la observación de aves desde casa, especialmente llamativo si hablamos de su práctica en un entorno estrictamente urbano. Aunque realmente no es algo tan novedoso en Europa o USA, donde desde hace ya bastante tiempo los amantes del birding no desaprovechan oportunidad alguna para practicar su actividad favorita aunque sea rodeados de hormigón y asfalto, gracias a lo que hemos descubierto que estos espacios, nuestros espacios, están muy lejos de ser habitados solo por nosotros y algunas especies muy adaptadas -como los inmensos grupos invernales de estorninos, las palomas domésticas campando a sus anchas entre las terrazas de los bares o algunas introducidas como las tórtolas turcas o las cotorras argentinas- sino que un importante número de especies protegidas aprovechan las oportunidades que ofrece el entorno urbano, ya no solo para pasar en algunos casos el invierno sino para sacar adelante su prole año tras año.
Lo cierto es que ya habíamos podido ver como una serie documental de naturaleza de prestigio mundial -quizá la que más- como es Planeta Tierra de la BBC, con el vital David Attenborough al frente, dedicaba en su segunda entrega, que se estrenaba en 2016, un episodio a las ciudades del mundo como hábitat para la vida salvaje. O a personajes, quizá más conocidos en otras latitudes, como el comunicador y naturalista londinense David Lindo (The Urban Birder) que lleva años divulgando el atractivo pero aparentemente oculto mundo de la observación de las aves urbanas. Y no es menos cierto que, precisamente también desde 2016, en Extremadura se viene desarrollando el proyecto Life ZEPAURBAN, que busca generar un marco legal y de gestión que permita la conservación y mejora de las poblaciones de especies de aves protegidas, especialmente de los cernícalos primilla, de las denominadas ZEPA urbanas, un modelo de zona de especial protección para las aves novedoso en el que la región es pionera en Europa y un proyecto en el que por cierto Laruinagrafica tiene la suerte de participar como socio beneficiario.
Justamente en el marco del Life ZEPAURBAN se ha desarrollado a su vez un producto turístico, del que por cierto en breve habrá novedades interesantes que mostraremos llegado el caso, que hemos llamado Urban Birding y que recoge con acertado criterio esa realidad que ya es la observación de aves urbanas como recurso turístico que complementa al de naturaleza y al cultural -o podríamos decir que los combina- como una lúcida predicción de lo que hemos constatado en estos últimos meses, especialmente en las redes sociales: que no solo las aves urbanas interesan a un sector, si bien cada vez más amplio, especializado o al menos iniciado en sus misterios, sino que ver y sobre todo identificar las aves de nuestro entorno más antrópico es una actividad que gusta a prácticamente todo el mundo.
Pero hay que decir que la cosa viene de más lejos, porque ya en 2009 diseñamos una pequeña guía bilingüe (español-inglés) de las aves de la ciudad de Cáceres por encargo de SEO Extremadura; precisamente el mismo año que diseñábamos la imagen del primer Festival de las Aves Ciudad de Cáceres, que de no ser por las desgraciadas circunstancias actuales en este mismo mes de mayo en el que nos encontramos hubiera cumplido su XII edición. La guía en cuestión, con las magníficas ilustraciones de Juan Varela y financiada por el Ayuntamiento de Cáceres, recogía en cierta clave turística los atractivos ornitológicos de nuestra ciudad, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO gracias su magnífico conjunto monumental, y que tiene la particularidad de ser una de esas diecinueve ZEPA urbanas de Extremadura, pues alberga entre otras interesantes especies una de las mayores colonias de cernícalo primilla de la península ibérica. Una guía que, a pesar de antojársenos ahora inevitablemente algo arcaica en su diseño, aprovechamos para retomar y os invitamos a descargarla o a consultarla en nuestra página web, pues sus contenidos siguen siendo igualmente útiles.
Y es que la ciudad de Cáceres reúne unas condiciones excepcionales para la observación de aves, gracias no solo al sustrato de nidificación que ofrecen los edificios de su parte antigua sino al excelente grado de conservación de su entorno conformado principalmente por los llanos de Cáceres y Sierra de Fuentes, con una espectacular densidad de aves esteparias como avutardas, sisones o gangas, y cuyas prácticas agroganaderas favorecen el campeo de numerosas especies que van desde las nidificantes urbanas como vencejos y cernícalos primilla hasta las grandes rapaces de las cercanas sierras de San Pedro y Monfragüe. Lo que unido al cinturón verde que supone la sierra de la Mosca, en la que se ubica la ciudad, y a su enlace con los parques urbanos que actúan como corredor, favorece la observación de una abultada variedad de especies que también hemos querido registrar estos días; para ello nuestro ilustrador Agustín Gallardo ha compuesto esta imagen de lo que vemos desde nuestras propias oficinas en Cáceres -ubicadas dentro de la delimitación de la propia ZEPA urbana dicho sea de paso- en la que ha incluido hasta veintisiete especies que hemos venido observando, habitualmente en la mayoría de los casos, durante los últimos dos meses.
Esperamos que disfrutéis ambos materiales y os animéis también a la observación de aves en general y urbanas en particular, pues la mejor forma de proteger es conocer.
Guía de las aves de la ciudad de Cáceres Catálogo de experiencias turísticas URBAN BIRDING MÓVIL - Descargar como fondo de pantalla o pantalla de bloqueo PC - Fondo de pantalla del proyecto LIFE-ZEPAURBAN